lunes, 30 de noviembre de 2009

De amores y vampiros

Heme aquí, reseñando el discurso de "luna nueva", la segunda película de la saga de "crepúsculo (maldita-la-hora-enquela-publicaron)"
No vine a hablar de la película, sino del trasfondo. La falta de respeto, la obviedad, la materialización vomitiva de los clichés que Stephenie Meyer evoca de nuevo para una generación adolscente que no se cansa de masticar cochinada; peor: ahora se cree lo que mastica.

Confieso haber leído el primer libro con devoción. La idea era tener competencia textual con mis alumnas, que no hablaban de otra cosa que del maravilloso libro con el maravilloso tema con la maravillosa acción. El segundo ni ganas de leerlo; y de no ser por el espíritu de la curiosidad (cuya encarnación pareciera que yo soy) no habría visto la película. ¿Para qué ver lo que ya se sabe que es lo mismo que se vio? Lo mismo que se viene viendo desde Televisa hasta las nuevas generaciones de Barbies y Bratz.

Dejemos de lado las libertades creativas que se autoconcedió la autora para pasarse por la entrepierna siglos y siglos de tradición literaria de licantropía y vampirismo; dejemos de lado también las cuestiones de producción que hacen a la película deficiente. Vayamos al centro de la crítica: el amor. O más bien dicho la caricatura del amor, grotesca y tal, que la película no para de repetir.

La figura de Bella (hasta el nombre es un cliché...) como la niña boba, enamorada platónicamente del hombre perfecto (el príncipe, el galán mediático, el guapo de telenovela, el imaginario colectivo...) puesta enteramente a sus pies. ¡Las reproducciones masivas de "bellas" en la vida real es estremecedora!

Soy testigo, por mi trabajo como profesor de primaria-secundaria-preparatoria, del impacto que esta representación del amor tiene sobre las adolescentes, que queriendo o sin querer siguen reproduciendo el esquema una y mil veces. Creo que cada generación tiene sus referentes culturales, sí; pero ¿cuándo pensamos cambiar de enfoque? Una Bella que se queda frente a la ventana 3 meses porque su hombre ideal (idealización de hombre, mejor) la abandonó. Nada que hacer, dependiente completa de las circunstancias del tercero, viéndolo hasta en la sopa por su necesidad autoinducida de ser protegida. La invitación a encontrar el "amor verdadero" en la sumisión de la voluntad, en la imagen de la niña idiotizada por el otro, de la autorrealización a partir del otro, del amor que todo sacrifica y nada entrega. La eterna búsqueda de un amor que no existe más que en la literatura; y si se me permite, de un buen tiempo para acá hasta la literatura se quitaba de obviedades y delineaba un amor más inteligente.

Con Crepúsculo suceden dos cosas: las chavitas van construyéndose a sí mismas como dependientes de ese amor platónico, que es de plástico y es ingenuo hasta en su definición. En lugar de entregarse a lo que se puede ir sintiendo en términos reales, se frustran por buscar el "modelo" sugerido en el librejo y no encontrarlo. Si no es como Edward Cullen, no merece ser amado. Y la palabra "frustración" es terminalmente pesada en ese momento, porque Cullen no es válido ni para su propio relato, vaya pues.

La segunda cosa es una consecuencia directa tal vez más abrumadora: como no hay Edward Cullens en la vida real, nos proyectamos con el personaje del librito. ¡Y lo proyectamos a un actor! Y Pattinson adquiere todos los atributos de un personaje irreal, como sucede seguido en el medio. Malo no es que el personaje sea más grande que su intérprete... malo que se lo crean.

Así, el facebook está tan lleno como la escuela (y la escuela como la calle) de gente que busca el amor como Bella. De frases gastadas que pudieron ser útiles en el siglo XVII pero a estas fechas, digo yo, ya estamos para otras cosas. En la espera de un amor que todo lo resuelva, que a todos los someta, que las vuelva sumisas y dependientes y apegadas a un hombre ideal que, técnicamente, nada de ideal tiene más que su estrategia de venta. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué tan válido es un modelo de relación así en un contexto ASI, como el nuestro, como el cada día? Dirás que no se trata de lo que se pueda hacer, sino de lo que te permita soñar. Aún así: ¿soñar con eso? ¿aspirar a eso? La Verdad es que existen configuraciones del amor y relaciones de pareja mucho más ricas, mucho más significativas y mucho más valiosas que ese esquema del "amor imposible/pero eterno". Amor que se puede buscar compartir y no buscar merecer. Sigue siendo cosa de cada quién.

Yo tan solo espero que los crepusculofílicos se pongan a pensar aunque sea un poquito en sus motivaciones. Leer más, leer más cosas (por ejemplo), puede ser un buen inicio para profundizar en el tema.

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sábado, 28 de noviembre de 2009

Va del éxito!

Angustiando por no conocer el sentido de mi vida, la razón por la que hago las cosas ni para qué las sigo haciendo, hube de conversar con infinidad de personas (la infinidad es siempre un término relativo); no tanto para encontrar mi sino, sino para entender el de los otros y darme guías entre mis semejantes. La constante: una noción del éxito.
Cosa que me resulta tramposa, desde el planteamiento del éxito en la vida urbana. Tener éxito es cumplir con tus objetivos, realizar tus metas. Aquí la primera paradoja: si mi problema era no tener metas ¿proponerme el éxito como objetivo? Es como empezar la carrera un paso atrás del arranque y en cuatro segundos llegar a la meta... Pero el éxito es (dicen que es) la excusa para luchar por algo. ¿Y si mi meta es la muerte? ¡Tengo asegurado el éxito! ¿Qué tanto habría de luchar por algo que tengo ganado? Soy exitoso al fin.
Y eso es algo bien curioso. Levantose una encuesta casera (en el mero afán de practicar la arquitectura del ocio) y resulta que todo aquel que fue encuestado se considera a sí mismo "exitoso". Lo considera así el tío dueño de mil propiedades, con amante joven y carro de lujo; también lo considera así la estudiante de secundaria sobreprotegida y el amigo enfermito terminal con deudas hasta el gaznate. Todos somos exitosos en la medida en que nos sintamos a gusto con nuestro modo de vida. Si todos somos exitosos, el concepto de "éxito" pierde su caracter de meta (algo a donde llegar). ¿Entonces?
¡Entonces el EXITO sirve para escribir libros de autoayuda y nada más! Tener éxito = tener más. Más comodidades, más lujos, más satisfacciones, más autoridad, más prestaciones, más amigos, más felicidad. Esto no lo digo yo, yo pienso algo diferente. Esto sale por observación inverosímil de la gente. Luchar por... aspirar a... ambicionar el... tener... éxito. Somos entes competitivos por cultural naturaleza. Pasamos la vida haciendo todo por ser felices, por ser personas productivas (o no) pero exitosas. Pero más allá de eso, pasamos más vida preocupándonos por cómo conseguirlo, por si lo estamos logrando, si algo estamos haciendo mal.
Haz la prueba: entra en una librería y date cuenta de cuánto libro (pseudolibro) existe para cuestiones de éxito: éxito en las finanzas, en las relaciones personales, en los negocios; éxito espiritual, profesional, intelectual... ¡Cuánto dinero se gasta en leer la manera de hacer más dinero! ¡Cuánto tiempo se tira en leer sobre la manera de aprovechar más el tiempo! Cuánta mierda (caray ¡cuánta mierda!) nos metemos en la cabeza entre el zodiaco y el presidente municipal, entre la universidad (que no la vocación en muchos casos) y las comparaciones con el otro, con el europeo, con el extraño. Cuánto parámetro entre estar bien y estar mal.
Y al final, cosa curiosa en demasía: a la simple pregunta de "te consideras exitoso" la respuesta es espontánea, sincera, y verdadera: "sí, de hecho sí". ¿Entonces para qué tanto pelear con los esquemas? ¿Para qué tanto apego, tanta preocupación, tanta nece(si)dad de crecer?
El éxito (lo leí en un blog harto concreto) es ser feliz sin tener que demostrárselo a nadie. Linda y mejor definición. Y yo sugiero que todo el mehoyo del éxito no está en ser más y mejor, o en realizar tus metas. El éxito al final se trata de aprender a tener lo justo y necesario... y no tener problemas por ello.

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martes, 3 de noviembre de 2009

La educación por el arte y viceversa

Cuando uno se dedica al Teatro en nuestro contexto -y tal vez también a toda manifestación del arte- es muy difícil vivir de ello. Muchas veces uno recurre a otros trabajos; por ejemplo: la docencia del arte en cuestión. Cuando encuentra (como es mi caso) una vocación en la docencia artística, se termina por aprender muchas cosas por encima de lo enseñado.

El siguiente es un escrito de mediana protesta ante las circunstancias en que esa educación ha devenido. Lo sugiero como comentario y no como acusación, pero mientras mi voluntad de escribir y protestar puedan darse la mano, mi trabajo será encontrar espacio para su comunión. Aquí va:

Es el arte una manera hermosa de educar. Desde una perspectiva lúdica en los niños, hasta un espíritu crítico en los adolescentes y jóvenes y adultos. El arte desarrolla competencias y habilidades prácticas de mucha utilidad. Cuando damos clases de arte en una primaria, secundaria o preparatoria, de sobra sabemos que no estamos entrenando actores o artístas profesionales. Las habilidades que el arte explota no sirven para el arte en este nivel, sirven para la vida: sensibilización, trabajo en equipo, expresión, análisis crítico, autoconocimiento y conocimiento del entorno, disciplina, desinhibición, seguridad, autocontrol, etcétera. Amén de las habilidades específicas que se desarrollan a nivel físico, como en el caso de la música el desarrollo del oído, en la pintura la capacidad de abstracción y en el teatro o la danza el desarrollo psicomotriz y demás curiosidades anatómicas. La docencia del arte se dirige entonces al desarrollo de estas habilidades en el individuo sin la pretención de que su aplicación se oriente exclusivamente al arte: lo mismo ayudan al sujeto en una presentación escénica como en una exposición en clase, una discusión en una salida social o una importantísima junta de trabajo.

Muchos ensayos ya he escrito sobre el menosprecio que el sistema educativo, en su configuración actual, sigue otorgando a la materia de arte en los programas de nivel básico, medio y medio superior. No cabe aquí ahondar en esos tenores. Aquí sugiero un estudio de caso, hipotético si se quiere, en que el enfoque de la educación por medio del arte se frena por quien debería promoverlo. Porque uno como profesor ha de cumplir con el programa o el objetivo de la materia, muchas veces reducido a la presentación de los alumnos en festivales escolares sin importar el desarrollo individual, que sugiero como ventaja en el párrafo de arriba.

En una escuela una vez (y por ejemplo) nos prohibieron que los alumnos realizaran figuras acrobáticas en las coreografías de comedia musical. El argumento de la dirección: es peligroso para los alumnos, no están preparados. No se hicieron figuras estéticas ni acrobáticas y nos limitamos a la coreografía plana. Más adelante, en el mismo proceso, nos prohibieron que los alumnos tuvieran contacto físico entre sí. El nuevo argumento: el morbo en los alumnos... peligroso, no están preparados...

Este estilo de mentalidad, que espero no sea el que impera en otras escuelas, entorpece y ensucia el desarrollo de la educación artística y la educación en general. Además, claro, de que va en contra del Sentido Común. ¿Cómo se espera que un estudiante esté preparado para realizar labores complejas si no se le entrena para tal? ¿Cómo se usa un argumento como "el morbo" si no se permite trabajar en las dinámicas específicas para anular el morbo como tal? La lógica parece ser: el alumno no puede correr 1 kilómetro porque no tiene condición física. Cuando en realidad, evidentemente, la lógica debe ser: ¡el alumno tiene condición física porque corre un kilómetro!

Con esas obstrucciones mentales en la cabeza de quienes dirigen las instituciones educativas, el desempeño del docente en arte se verá tan limitado como aquí sigue. Hace falta entender que la educación artística propone métodos de desarrollo individual orientados a la integración del ser humano como ente personal y como ente social. Hace falta darse cuenta de la herramienta que esto puede representar en los estándares de calidad educativa de un país como el nuestro. Hace falta que se le otorgue algo de importancia a la materia más allá del "taller" menor que hasta ahora es; porque en la lógica expuesta y cualquier cúmulo de adicionales en el entorno cultural de nuestro país, es precisamente en donde se generan los ciudadanos limitados que forman el cimiento de la sociedad jodida de que tanto gustamos de quejarnos.

Y no es que en el arte esté el hilo negro de la educación. Es que en el tratamiento que se le ha dado al arte está un buen pedazo del cachito podrido de la manzana. Nada más eso.

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