martes, 24 de marzo de 2015

Vuelvo a escribir

Retorno al blog.

Ya no diré que ahora sí, porque siempre que lo digo se me ceba. Es que a veces se me olvida publicar y la chamba y la Vida Real y todo eso. Pero últimamente he tenido un montón de buenas cosas que quiero escribir y escribir. Probablemente mis 18 seguidores se sientan entusiasmados y al resto de los mortales nos valga una real madre, pero ahora que estoy inspirado (aprovechar Marzo) retorno al blog y vuelvo a escribir. Esta vez me traigo también a Amorfista a mi otro blog, PacoCronopio, donde escribía más bien poesía (o lo que quiero llamar poesía, literatura, algo). Retorno al blog y vuelvo a escribir y no pienso volver a quedarme callado tanto tiempo.

Aquí entonces cosas que han cambiado de forma, cosas que escribo. Bienvenidos.

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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Celebrar la Identidad

Por mucho que odie y critique al nacionalismo, cada 14 de Septiembre me llegan las ganas de volcarme a escribir mi grito de independencia; un grito de dolor de independencia.

Hace poco una amiga publicó que había que celebrar el 15 de septiembre, que no hiciéramos caso de aquellos que dicen que será peligroso salir al zócalo, que lo importante es estar orgulloso de ser mexicano y que con seguridad o inseguridad nuestra identidad nadie nos la quita, y eso había que celebrarlo. Me opuse. Dijo entonces que lo importante era la identidad y los valores, y que de nada servían las manifestaciones, y que el cambio estaba en cada uno (empezaba en cada quien), y que encerrándome no iba a pasar nada... Respeto el derecho de cada quién a manifestar sus ideas y argumentar en su defensa. Considero que cada punto de vista es válido en tanto los argumentos que lo soportan sean suficientes. Tanto lo creo que soy capaz de manifestar mis ideas y soportar mis argumentos. Y me opuse de nuevo.

Soy mexicano porque nací en algún lugar entre Guatemala y Estados Unidos, y las condiciones de soberanía y la constitución de la región geográfica me dijeron mexicano. No lo celebro. Difiero con toda la mierda discursiva, cuidada como plantita de invernadero, que desde el sistema le hace creer a la gente que son argumentos. Difiero con toda esa mierda de los valores nacionales, el orgullo nacional, la identidad nacional, lo grande que es México y ser mexicano.

No desprecio el ser mexicano, tanto como no desprecio a ningún ser humano por Ser Humano. Y en la misma proporción celebro mi identidad: una identidad de ser humano. Y me encuentro en un país que NO ESTÁ BIEN. No está bien porque está sucio, manchado, en destrucción autoinducida sin frenos ni paracaídas.

Con un presidente incompetente, pendejo por definición, que ya era incompetente desde antes de ser presidente. Que gastó mucho dinero en su campaña de "presidente del empleo" y al llegar al poder abusó de un pueblo que padece de amnesia histórica y gastó mucho más dinero en poner al país en estado de guerra (¿y el empleo?) y después gastó mucho más dinero en un "bono de seguridad por riesgos de trabajo" él, el que tiene los 700 guardaespaldas y no le tocan las explosiones de granada.

Con un presidente electo en el más poderoso absurdo. Porque en las elecciones en que el pendejo en cuestión llegó al poder, lo que ganó fue el abstencionismo. La mayoría democrática de este país votó por NINGUN candidato, porque ningún candidato era suficiente. De la minoría restante, fraude o no, llegó Calderón al poder. Vaya muestra de democracia. Y más aún, con un pésimo presidente en curso del que podemos hablar y hablar y ponernos muy muy tristes, pero que solo sirvió para dejar de hablar y ponernos tristes por el presidente anterior, que solo sirvió para lo mismo y ad infinitum. Porque no es el presidente el problema, es el sistema y los que lo permitimos.

Y la situación social es repulsiva. Porque los gobernantes tienen tirados a la mierda los más elementales derechos humanos por un abuso de poder, una corrupción, un Hambre que pesa sobre los demás, sobre los otros, los de abajo. No estoy opinando salvas, ni argumentando sobre suposiciones; tengo conocimiento de porquerías que están pasando aquí, en el gobierno municipal, que dan pena, coraje y rabia. Y que me están pateando los huevos mientras dicen "sonríe", "grita 'viva México'", "¡Eres MEXICANO igual que yo!"

No igual. No igual. Estoy de acuerdo y siempre he estado de acuerdo con el punto inicial de mi amiga de que el cambio empieza por uno mismo. En sentido estricto, yo vivo mi vida procurando respeto, verdad, justicia, responsabilidad social... no es que pretenda "empezar" a promover "valores" sino que vivo de cierta manera en la que no me podría poner en asquerosa comparación con esos cabrones (porque así se llama a lo que son) que, políticos o civiles, le pegan podredumbre a la piel de este lugar. Y como yo -y en mayor medida que yo- hay muchos sujetos en este país. Pero celebrarse mexicano es injusto para ellos (o nosotros).

Una buena familia, respetable y llena de valores, en Liberia es asaltada de pronto por un grupo paramilitar de Fracción de Liberación; se llevan al niño para armarlo y ponerlo a morir mientras mata, luego le amputan un brazo con un machete al hombre de la casa para que recuerde la causa. Luego se van en su camioneta dando tiros hasta la siguiente casa, aldea, ciudad... pídeles que celebren su identidad Liberiana. Pídeles que celebren aunque inseguridad haya en todos los países, y no sean los únicos, y sus valores les resulten suficientes aunque su realidad social les escupa en la cara cosas que pasan en Liberia. Pídeme que celebre ser mexicano.

De este modo alzo mi copa a la salud de los que en su diario quehacer hacen de su vida en México más llevadera para ellos y para quienes les rodean. Alzo mi copa y celebro a los que de verdad dan testimonio con su vida de una sociedad mejor, y hay muchos. Y no es por el 15 de septiembre, porque yo todos los días brindo por eso. Y hay muchos, pero desafortunadamente siguen siendo minoría y siguen siendo lo de menos, los sin-poder, los sin nombre, los que ni la deben ni la temen y tienen que soportar la chinga de ser mexicanos. Brindo por la identidad de Seres Humanos, que el nacionalismo es una estupidez.

Cuando se habla de valores, de lo chingón que es ser mexicano porque hasta en la crisis nos reímos, hasta de la muerte nos reímos, porque hay que tener lo que se deba aunque se deba lo que se tenga; cuando le pegamos a las mujeres pero si un italiano les dice feas nos sale el orgullo viril, porque la selección de futbol, porque la droga no llegue a mis hijos, porque teletón e iniciativa méxico y no comprar piratería... cuando se cree que es suficiente. Cuando no se percibe que México es un fenómeno más allá de las paredes de tu casa (bonita o fea) y que la otredad, el otro, el semejante, es de lo que está formada esta identidad. Cuando no se percibe eso, aunque no se quiera, se es parte del problema.

No debo ser criticado por apatía. No creo que celebrar nuestra independencia sea una opción porque no creo que exista una independencia aquí. No creo que se me deba juzgar por el justo opuesto: tampoco digo que no hacer nada y encerrarse sea una opción. No lo hago. Tampoco creo que una manifestación arregle nada. Creo que el cambio debe empezar en cada uno, cada uno hacer su parte, reformar su identidad en mejores términos. Creo que el grito este 15 de Septiembre debe ser más un "¡YA BASTA!" que el "¡Viva!" que año con año nos dirigen a gritar...

Eso sería motivo de celebración.


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martes, 17 de mayo de 2011

De los tramposos

Primero, este escrito sonará a ardido por el contexto. Pero siga leyendo, prometo hablar en serio de un fenómeno general y, al final, podría estar de acuerdo conmigo.


El contexto es así: había una vez un jueguito en internet con el que los amigos de red social competíamos cada semana por entrar en el ranking de medallas de los tres primeros lugares; un jueguito de destreza. Siempre fui el segundo lugar, abajo del poderoso marcador de mi hábil hermano. Todos, pues, nos divertíamos. Pero de repente Irma Sosa, la directora artística de la empresa turística con aire teatral Puebla Legendaria y su sobrino (y escribo nombres porque siempre he creído que, al igual que con los valientes, a los cobardes también hay que nombrarlos en voz alta) ocupan un programita que hace que el minuto que los afanados jugadores tenemos para hacer nuestro mejor puntaje, en su caso se haga más lento y genere muchos más puntos. Trampa. Motivado por el coraje de los tramposos, publiqué en su perfil mi descontento y jugué y jugué hasta lograr mi primer primer lugar. La respuesta no pudo ser más digna del chiquero: borró mi mensaje de queja y superó por el doble mi mejor puntuación. Haciendo trampa...


Palabra de ardido. Pero todo eso me puso a pensar en lo terrible que resulta ser tramposo. Es decir, supongamos que estamos jugando monopoly con un amigo mío que usted no conoce hasta este momento. Mi amigo comienza a hacer trampa, roba dinero del banco, cobra más renta de lo que le tocaría, engatuza y confunde a los demás jugadores hasta orillarlos a perder. Después de esa noche ¿estaría usted interesado en hablar seriamente de negocios con mi hipotético amigo? No. O si el equipo de futbol del barrio y sus 8 talentosos jugadores se enfrentaran al Real Madrid, y éste jugara con 13 jugadores y árbritos españoles... ¿valdría de algo su segura paliza?


Existe una cuestión elemental de honor, algo que a través de los juegos refleja la personalidad y el impulso más genuino de las personas. Nos hacemos por los juegos, crecemos y maduramos por los juegos que jugamos. Si en un simple juego te comportas de manera desleal, ERES desleal en la práctica. No es una exageración. Y supongo que depende de la prioridad que cada quien tenga. En el caso de Irma Sosa, por ejemplo, tal vez su prioridad es acumular una cantidad inimaginable de puntos en el jueguito en cuestión, de tal manera que sea el primer lugar categórica e indiscutiblemente. Vale: sus 300 millones de puntos contra mi humilde millón doscientos lo dejarán claro. No le importa el ranking, la competencia, la diversión: lo que ella quiere es, simplemente, ganar pese a todo y pese a todos. Yo, que procuro pensar más bien en lo divertido de la competencia, en tener lo que merezca y esforzarme a lo pendejo por superar mi habilidad en el jueguito, lo mejor que pude hacer es, simplemente, eliminar a Puebla Legendaria y su podrida ambición de mi lista de amigos y continuar jugando.


Eso hacemos - y es sano - con los tramposos: dejamos de jugar con ellos. Al menos yo; porque quien es tramposo en los juegos es tramposo en la vida. El honor de una persona no distingue de tamaños. Si para ganar un juego estás dispuesto a hacer trampa, estarás dispuesto a hacer trampa para ganarte la vida. No tienes honor, sin honor no eres leal. Sin lealtad no eres confiable y sin confianza no te mereces ser llamado amigo. Al final, aunque en un duelo de habilidad sin trucos pueda despedazar a Irma Sosa en el jueguito, la medalla de oro sigue siendo suya, y eso es injusto en todo sentido. No importa si estamos jugando pokar o tetris, o si estamos haciendo leyes en el congreso, pagando o cobrando impuestos. No importa: los tramposos apestan a soberbio, a inhumano, a culero. A lo que huele un país como el nuestro cuando te asomas a su coladera de corrupción, desigualdad e injusticia. No es la respuesta dejar de jugar con los tramposos. La respuesta es procurar que cada vez haya menos y menos. Y, en su lugar, que se multiplique la gente que disfruta de jugar para ver si gana, y no para ganar con "el juego es lo de menos"


Revaloremos al honor de las personas, el sentido humano y competitivo. Como juegas vives, si te das cuenta a tiempo que esta hermosa, estresante y divertida Vida es, también, solo un jueguito.


Y a los tramposos del mundo, con nombres y detrás de sus máscaras: yo los vomito.

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martes, 29 de marzo de 2011

Problema de fondo

Retrato de un país con un problema: México que se revuelca en su mierda, mierda de corrupción y de mentira. Mierda de abusos de arriba para abajo, mierda de proyección de esos abusos de un lado para otro. Policías que detienen inocentes, legisladores que se meten cocaína hasta por la cola antes de firmar tratados antinarco, funcionarios que inflan cantidades astronómicas de dinero por obra pública que gasta mucho menos; presidentes que se aumentan bonos por riesgo de trabajo, que dicen que están dispuestos a pagar el precio de la guerra porque matan a todos menos a los suyos, porque el riesgo no es de ellos. Un país de cafres en el transporte público solventado por cafres en las oficinas. Que se queja de incompetencia por analfabeta funcional. Un país de quejumbrosos de a lengua lisiada, de censura disfrazada y de abuso de poder. Un país de solidaridad falsa cual moneda de tres pesos, un país de Televisa. Un país de 80 % pobres manejados por 20 % ricos, que no cabe en las estadísticas su realidad, que se ve jodido y se tapa las orejas y dice "la-la-la" soñando que se acerca al primer mundo. Pero ese no es el problema de fondo: esa es la consecuencia. El problema sigue siendo que te dejas, mexicano.

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martes, 22 de marzo de 2011

Moraleja de la pulga

Cuando un perro tiene muchas pulgas, se sacude. Es natural entender eso porque las pulgas pican, y si pican duele. Del mismo modo, el perro planeta Tierra es un ser vivo y las pulgas le pican. Son casi siete billones de pulgas; y es natural que se sacuda.

Cuando toca hablar de temas ambientales me encuentro con sentimientos encontrados: por un lado me gusta la idea de cuidar al planeta y tener la conciencia de la forma en que el consumo humano lo ha venido desgastando; por otro, me purgan los discursos ambientalistas de optimismo irrelevante que señalan con el dedo una responsabilidad ecológica que no pretendo atribuirme.

Y vamos: hago lo posible por cuidar el agua (no le jalo al baño hasta que sea necesario, uso la misma carga de agua para tres cargas de ropa en mi lavadora...), no despilfarro energía eléctrica a lo güey ni compro loros en peligro de extinción. Me preocupa el planeta. Me gusta el planeta. Pero observo más allá de mi nariz en el asunto tan perturbador del fin del mundo en curso: no sirve de nada apoyar en fb un movimiento de "darle un respiro al planeta" apagando mi luz de 7 a 8 de la noche para sentir que cambiamos las cosas.

No invalido los esfuerzos de quienes le dan "un respiro al planeta" ni digo que sea una causa errada. Pero yo lo veo así: apago la luz un par de horas y voy al cine (porque ni modo de estar en casa a oscuras) y veo una película espectacular. Hollywood no apaga sus luces una hora al mes; Las Vegas no apaga sus luces una hora al mes. Y son ese tipo de luces las que valdría la pena apagar para que el mundo de verdad tenga un respiro. Pero como no lo hacen, la responsabilidad está en los pequeños ciudadanos promedio que sí podemos. A mi parecer, la situación es una piedra de Sísifo que a estas alturas no puede cambiar.

Y cuando estas pulgas (chiquitas y grandotas) molestan demasiado, la Tierra se sacude. Haití, Chile, y la más reciente rascada en Japón. Pasa que el planeta se defiende, como es natural. Pero lo más interesante del fenómeno es la manera en que el planeta desenmascara nuestra estupidez; nos hace ver que no importa si somos 3 o 7000000000 pulgas, ni si somos grandes pulgas o pequeñas pulgas: somos pulgas nada más.

Porque resulta que Japón, aún a sabiendas de que es una isla en el pacífico sumamente propensa a catástrofes naturales marítimas, y aún a sabiendas de que además tiene accidentes geográficos muy inestables, y aún a sabiendas de que es una zona sísmica muy fuerte, toma a bien poner una planta de energía nuclear cerca de la costa. "No importa, con nuestra super tecnología podemos garantizar que la planta no causará problemas, que soporta sismos fuertes. Somos japoneses, la naturaleza nos la pela..."

Y no: la tierra se rasca y tiembla. Más fuerte de lo que pensaron que podría llegar a temblar a mediano plazo. Luego el agua se alborota y ya: el planeta se ha quejado de las pulgas molestonas. Luego las pulgas hacen el resto. La planta nuclear se vuelve más peligrosa que el maremoto y ¿quién pagará las consecuencias? Naturalmente los poderosos toman un helicóptero, salen del problema y comienzan sus programas de contingencia no-cunda-el-pánico, todo-está-bajo-control... y la gente que no tiene helicóptero es la que al final pagará el berenjenal con su vida o con un tormento radioactivo atroz. Probablemente la misma gente que cuida el agua, apaga su luz una hora al mes, recicla y junta firmas para evitar la caza de ballenas...

MORALEJA:
Un sismo de 12 grados partiría al planeta en 2. Los ricos y los pobres se mueren igual y sienten igual el frío o el calor. Podemos seguir hablando o bombardeando Liberia, podemos hacer lo que se quiera desde abajo para cuidar al planeta, ya sea no contaminando en chiquito o presionando para que no se contamine en grande. Podemos fanfarronear y pensar que nada nos puede suceder, que tenemos mejores planes de contingencia que en Japón, que tenemos mayores recursos que Haití, que nos podemos acostumbrar a ser Chile. Un sismo de 12 grados, literalmente, partiría al planeta en 2.

Al final lo más conveniente para un perro cualquiera, es simplemente no tener pulgas...

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lunes, 14 de marzo de 2011

Presuntos Culpables

(Puede contener Spoilers)

Jessi es amigo de un amigo. Caminaba por el boulevard 5 de mayo a eso de las 6 de la tarde y lo abordan tres policías. "Levante las manos ¿Qué tiene ahí? ¡Es marihuana! Újule". Le da tiempo decir que no traía marihuana, sino que se la plantaron. El policía lo acusa entonces de agredir a la autoridad. "No tiene pruebas" Macanazo a la cabeza. "Ahí está la prueba". En secuencia rápida: golpeado por los dos policías antes de subirlo al vehículo, sombras, esposado de ambas manos en un tubo, macanazos a cabeza y patadas en los genitales por otros 4 policías, sombras; de pronto en un cuarto con escolta de dos agentes encapuchados y rifles, un periódico extendido entre las manos con un octavo de kilo de marihuana (y amenaza previa: "si se te cae tantita, pobre de ti"). Junto a las escoltas, banners del gobierno federal y su lucha antinarcotráfico. Fotos. Un narcotraficante más detenido para que la droga no llegue a sus hijos... Después, 3 días después, liberado de noche. Terapia psicológica, pánico a la policía, resentimiento social.

Jaime, otro amigo de otro amigo, es propenso a realizar fraudes en bienes raíces con descarado cinismo. No importa, es amigo también de un magistrado y tiene un palco en el Cuahutemoc para reificar su amistad. La oficina de los trámites cierra a las 5, pero su amigo el magistrado puede "solicitar" que los papeles de Jaime se entreguen a las 6 si él no ha podido pasar por ellos e independientemente de que el personal ya no esté en hora laboral y tenga que regresar exprofeso o perder su chamba. Lo mismo que puede pasarse un alto en vuelta prohibida y patearle el culo (literalmente le pateó el culo) al agente de tránsito antes siquiera de que éste intentara obtener su correspondiente mordida. Al señor nadie lo toca. Todavía.

Cuenta una historia que el alcalde de una ciudad en la antigua Italia (no recuerdo detalles ahora mismo) estaba tan exasperado por el crimen en su ciudad, que mando destruyeran la cárcel y mataran a todos los presos. Dejó tan solo una celda en pie, donde cabía un hombre y no más. Un solo reo en toda la ciudad. Si alguien más era condenado por el crimen que fuera, mataban al encerrado y lo sustituían por el nuevo acusado. El crimen se resolvió en un mes, sin tanto circo.



Un documental mexicano circula por el país, buena noticia siendo un género tan poco popular en los masivos mercados de las exhibidoras de cine nacional. Un fenómeno mediático medio farnadulero de censura (como en "el crimen del padre amaro") lo catapulta todavía más, por morbo, a espectadores de todo el país. PRESUNTO CULPABLE se vende a gran escala. Por fin un discurso revelador tiene eco en la gente: la documentación del miserable sentido de la justicia en el sistema mexicano. No quiero hablar de lo obvio, sino de lo evidente. Lo obvio es que la impartición de justicia es descabelladamente absurda, injusta y prepotente como sistema en este país. Ver el documental basta para indignarse y bajar tantito la cabeza.

Lo evidente es, después, cómo se puede exhibir la incompetencia de QUIENES hacen justicia. ¿Esos son los jueces, como el que vimos en la película? Que me perdonen, pero su criterio es limitado y superficial. Su manejo de situaciones es paupérrimo, apenas tiene control de su dicción. ¿Esa la representante del MP? Un fallo de culpabilidad a pesar de que el único testigo en contra declara en voz alta no conocer al acusado. ¿Esos nuestros magistrados? 8 horas de discusión ante un video que cualquiera con un mínimo de estudio (o intuición) en lenguaje corporal puede determinar falaz. ¿Esos los judiciales? Gente que no puede ni siquiera recordar (ni queriendo hacerse pendejo) cuestiones fundamentales de su trabajo.

Ese es el panorama preocupante, el darse cuenta no sólo de que el sistema jurídico mexicano es una especie de broma de mal gusto (las estadísticas en el documental espantan) sino que, más allá del sistema, los responsables de hacer valer el orden social son incompetentes, mal preparados (que ni mentir bien pueden), y de completa "Pena ajena".

Estoy seguro que todos tendremos alguna anécdota como las tres que relaté arriba, todos podríamos compilar un documental masivo que le dé eco al que aquí nos ocupa. De las tres anécdotas ninguna debería suceder por mero Sentido Común. La tercera sería una posibilidad, siempre y cuando las cosas que Presunto Culpable pone en evidencia no sucedieran en un orden ideal de justicia. ¿Qué le podemos hacer? Le tengo más miedo a la pendejez que al narcotráfico, sobre todo cuando la pendejez se uniforma y tiene permiso para ejercer.

Una película de terror con final no tan feliz; todavía indeterminado.

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miércoles, 9 de marzo de 2011

De la subida del pasaje

Volvió a suceder. Entre protestas y resignadas el precio del transporte público aumentó en Puebla. Esta vez de 5 a 6 pesos, lo que afectó naturalmente la economía del ciudadano común y provocó la consecuente indignación generalizada; pese a que no fueron los 8 pesos que en una especie de "campaña de prevención" habían anunciado antes. Tal vez en espera de una ironía sugerida por gobernación estilo "Sí, le subimos y todo. ¡Pero ánimo! Nada más fue un pesito porque somos buena onda y no los tres que te íbamos a atorar en un inicio". Buen gobierno.

De ahí a lo que sigue: la protesta ciudadana que obedece al primer impulso y que (aunque su justificación tenía y en ello su validez) parece no querer sentir el sentido común ni aunque la agarren a palos. Los universitarios a protestar hasta el punto del desmadre (rayoneando paredes, haciendo paros estudiantiles, provocando granaderos...) la gente a las marchas pagando sus 6 pesotes para llegar a zócalo y hacer sonar su protesta, y algunos otros más a escribir en blogs y medios al respecto. La parte que más me gustó fue cuando se propuso por redes sociales una "protesta pacífica" que invitaba a la ciudadanía en general a no usar, por un día, el transporte público y caminar, andar en bicicleta, o ponerse de acuerdo con automovilistas para viajar "de aventón" o en grupos al trabajo. Ternura de iniciativa.

Y con todo esto, yo en lo particular me dediqué a ser testigo de la protesta con la que estaba de acuerdo. Tan solo que me pareció más elemental un punto de vista más proactivo. ¿Y si les pago los seis pesos y dejo de pretender que van a escuchar las necesidades de la banda? Vale, les pago. Pero entonces que se comporten civilizadamente en su conducir. ES AHI donde la protesta ciudadana se debe hacer sentir si se espera un cambio.

Manejan a la velocidad que se les da la gana, se cierran, atascan de gente el microbús con sus groseras maneras de EXIGIRTE "pase para atrás", se detienen donde no es parada a platicar a gritos con el chofer de la unidad que se empareje y se frene en doble fila para hacer el chismecito laboral, invaden el paso peatonal, doblan a la derecha desde el carril de alta velocidad... lo que quiera usted, lector, lo que se le ocurra o le haya tocado vivir. ¡Y por tratarnos así nos cobran 5 o 6 pesos!

La protesta es simple: paguemos el servicio pero exigamos un servicio. Somos clientes de los choferes, y mientras no exigamos un respeto digno, un servicio elementalmente respetuoso, una educación vial, cualquier aumento por justificado que esté seguirá siendo igual de estéril.

¡¡Inténtalo!! La próxima vez que un cafre al volante maneje su unidad como si pudiera manejar con igual impertinencia tu propia vida, exígele de la manera más enérgica que te sea posible que maneje bien y que respete la civilidad vial. Sin miedo y con seguridad. Usa el aumento de pasaje a tu favor: que comprenda que estás pagando lo que han pedido y que ahora les toca a ellos respetarte como usuario. Así sí, las protestas se dirigirán a un cambio favorable en el sistema de transporte público.

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