domingo, 4 de julio de 2010

10. Que le llaman Autoestima

(De 13 divertidisimas incongruencias sociales. Ver etiqueta...)
El cristal con que miro la Vida cambió (para ser lo que es ahora) desde el preciso momento en que me familiaricé con el concepto “sociedad de consumo”. Entonces la sociedad y su movimiento perpetuo, que siempre en la experiencia me ha parecido un movimiento absurdo y acelerado, empezó a tener sentido. Sentido, claro, a partir del consumo mismo; lo que para mí sigue siendo ridículo pero – mire qué cosa – enormemente interesante y a ratos hasta divertido.

Porque es innegable que la “sociedad de consumo” ha definido el ritmo de la vida y la gente. Es un sistema que infiere en la cultura de las personas, en su arte, su ciencia, su religión… y nadie puede hacer nada para solucionarlo porque, de hecho, no hay nada que solucionar. Es el ritmo natural de la dialéctica histórica. Baste con observar y apuntar anotaciones cotorras de los fenómenos que produce para saber sortearlos de la mejor manera. Y basta ya de introducción, pasemos a lo que sigue.

Hace apenas algunos siglos, la adolescencia no existía. Los seres humanos pasaban de la niñez al estado adulto inmediatamente, sin tener que sufrir la etapa de trastornos de la personalidad que actualmente tanto cuidamos: los reyes eran reyes desde los 12 o 14 años (recuerdo: no soy historiador ni psicólogo, nada más escribo para llegar a un punto; así que evitemos los purismos y las reclamaciones innecesarias) y las mujeres se casaban también de esa edad aproximada. El promedio de vida podía ser de 30 o 35 años. De modo que la adolescencia se inventó en fechas relativamente recientes, podría ser desde el XIX, habrá que documentarse…

El punto es el mismo: las sociedades se mueven y crean la adolescencia con todos sus atributos y pormenores. Hay gente en comunidades rurales (todavía) en que una niña de 14 años es perfectamente capaz de realizar labores domésticas, cuidar a su familia, su hogar, su tierra. Incluso, son perfectamente capaces de soportar condiciones climáticas inestables, o parir y criar a sus hijos. Y son felices… hasta que se les pone en comparación. Porque hay sociedades urbanas (muchas todavía) en donde una niña de 14 años es un ente indefenso ante las adversidades del mundo que necesita trato especial: toallas sanitarias especiales, jabón para los barritos, ropa de cierto color para el verano o para el invierno, shampoo teen, tenis teen, cine teen, fiestas teen, celular teen… porque las adolescentes aquí están en una etapa de su vida en que no están preparadas para vivir. Hay que hacerles un mundo teen.

No uso a “las” adolescentes con exclusividad. El fenómeno es el mismo para “los” adolescentes, y de hecho a lo que el punto desemboca es igual para adolescentes, niños o adultos. ¿En qué punto la niña rural de mi ejemplo no puede ser feliz? En la comparación, claro, con la niña urbana del mismo ejemplo. La que vive en TeenWorld es más feliz porque la sociedad de consumo se lo ha permitido. Y para ello, se inventó una palabreja que funciona como axioma en la vida moderna: le dicen “autoestima”.

Puede que una niña de 14 años en el pueblo pueda sonreír a pesar de tener que trabajar el campo cargando a su bebé y checando la comida para cuando llegue su marido. Pero no es feliz ¡oh no!, no puede ser feliz porque tiene 14 años, y a esa edad uno no debería ser mamá ni esposa ni trabajadora del campo. Cuando le expliquen, seguramente se dará cuenta de lo terrible que es su existencia y sentirá la necesidad de cambiar su estilo de vida para mejorar su autoestima.

¡Y esa es la trampa por fin! La sociedad de consumo se vale de la noción de ‘cuidar el autoestima’ para perpetuar su existencia. Para que puedas cuidar tu autoestima, primero debes sentir tu autoestima dañado. Y lo dañan porque es necesario que lo arregles. Así, un bombardeo de ideas y productos se mueven entre nosotros para recordarnos que debemos ser felices y sentirnos bien con nosotros mismos, PERO no podemos ser felices ni sernos suficientes. Se trata de buscar la manera de intentarlo, pero está prohibido lograrlo. Porque de lograrlo, ya no necesitaríamos comprar el deportivo que nos hará sentirnos mejor que el carrito que a penas tenemos, ni será necesaria la cajita feliz de McDonals, ni habrá por qué bajar esos 10 kilos que te faltan para ser la Barbie que siempre te han dicho que has querido ser. Tu novio o novia están bien, funcionan. Pero para que sea Amor, lo que se dice Amor, debe ser como Edward Cullen o Princesa Disney. Si no es perfecto como los modelos enésimamente repetidos por el sistema, entonces cuidado: estás incompleto, tu autoestima corre el riesgo de ser pisoteado.

Y si no, si tu autoestima está bien incluso al margen de los preceptos del consumo y sus maravillosos inventos, entonces se debe a que tienes algún desorden mental, una anormalidad social; o de plano es porque eres conformista: uno de los peores demonios que persigue esta sociedad emprendedora. Juegan con tu desarrollo vital de la misma manera en que se juega, por ejemplo, con la noción de “calentamiento global” (la nueva primicia en la onda de la manutención de la sociedad de consumo). ¿O no es incongruente que se les den premios sociales a las empresas grandes que apoyan las campañas de reciclado y cuidado al medio ambiente? Las mismas que se encargan de llenar de botellas la ciudad. Un montón de basura que, por ser reciclable, se gana los aplausos de sus consumidores, todos ellos a la vanguardia en el cuidado ambiental…

Yo creo en la aceptación de la Vida y de uno mismo y de todos los demás. Por mucho que insistan, no creo en lo que llaman “autoestima”. Ya es cosa de cada quien.

8 comentarios:

Unknown dijo...

q xido, no lo habia visto por ese lado, pero es de pensar...

Unknown dijo...

Ahora me doy cuenta, soy un miserablE!!!!

Anónimo dijo...

de paso por aca opino...excelente, como siempre, ni la identidad que creemos tener tenemos,
ni la felicidad depende de donde vivamos, ni el mundo de las ciudades puede con sus creencias creer que sabe mas que el mundo rural, las felicidades modernas pasan por la obtencion de cosas, la infelicidad por no tenerlas, que estupido creer que somos por lo que tenemos.

te pusiste a pensar que hasta los objetos que compramos los compramos para reforzar una identidad que supuestamente es nuestra?, compramos X ropa que nos hace creer hardcore, hippes, punk, nos inventamos una cascara y el consumo nos da las skins necesarias para intercambiar.
saludos desde aca

La Escribana dijo...

Aunque comparto la idea general del texto con respecto a la secularización de la vida en la intención consumista (ya vislumbrada desde Warhool) y la adaptación de un mundo ‘teens’ para intensificar, simbólicamente, el concepto de transición infortunita que enfrentan los jóvenes al problema de la existencia; me parece que tu aproximación de la felicidad es un tanto reduccionista. Es tan azarosa la idea de que una niña de 14 años de una comunidad no puede ser feliz, como que sí.
Me parece que con el ritmo vertiginoso de vida que tenemos en el mundo es inverosímil creer que no existan parámetros de referencia para diagnosticar los ‘males de la civilización’. Una vez más nos esgrimimos en una causa perdida. Pongo un ejemplo: ¿Te parece que todos los seres humanos tenemos derecho a la salud, a un sueldo honorable y a una vida digna? La constitución, organismos internacionales y, obviamente, los derechos humanos piensan que sí –también, estoy segura, lo consideran los humanistas- y en ‘una vida digna’ se engloba que cada comunidad tenga drenaje, agua potable, servicio médico… papel higiénico, refrigerador, estufa de gas, calentador de agua, e incluso televisor. A eso tantos programas de gobierno que, dando sortilegio interesado a los pronósticos, han tratado de surtir de estos adminículos y servicios a las comunidades. Parece que en tanto la calidad de vida ha subido, pero, paradójicamente, también ha arrastrado mayor miseria.
¿Por qué lo considero? Pues porque hasta antes de introducir todos estos agentes comparativos de la cultura moderna, cada pueblo –civilización- tenía sus propios usos y costumbres para solucionar estas carencias; pues, de hecho, no se consideraban carencias, sino necesidades con sistemas de resolución. Claro que es una idea criminal la de pensar que no se deben de llevar estos servicios a las comunidades, pero es imposible no dar un punto comparativo cuando a ellas llegan, porque naturalmente no tendrán la misma ‘calidad’ que en las zonas urbanas.
¿No te parece que es imposible ‘respetar’ objetivamente las creencias de un pueblo? A mí me parece que sí, porque siempre nuestra cultura dará una perspectiva desde lo que considera correcto. Teniendo una ciencia médica ‘tan avanzada’ hay que ofrecer vacunas y centros médicos –pequeños, un tanto insalubres y desprovistos de la indumentaria de las ciudades- para garantizar dar un ‘progreso’ a la calidad de vida. ¿Quién le dijo a nuestra cultura que los propios mecanismos de regulación curativa de las comunidades estaba herrado? Claro, la ciencia considera que los sistemas ritualizados no aliviarán un dolor como el paracetamol, la aspirina, el tempra… en fin… si no termino en santa paz esta idea terminaré siendo despedida de este mundo virtual por tener ‘ideas distintas’ el simple punto que pretendía demostrar es que si en algo ha afectado la visión de felicidad en los pueblos es porque existe una comparativa natural e involuntaria desde una cultura urbanizada. Lo decía platón: la felicidad es ignorancia. Lo configuro al punto… la infelicidad es percatarse de lo que acontece al derredor y nos afecta –por estar inmersos o excluidos en el fenómeno-
Por cierto ¿Crees que el concepto ‘adolescencia’ fue inventado o descubierto? Eso nos enfrenta a otro problema de concepción… pero tal vez lo poseteé posteriormente, pues es uno de tus temas recurrentes

La Escribana dijo...

ja ja ja ja puse errado con h... te sigo

Pacocronopio dijo...

El concepto de 'adolescencia', según mi persepción, ha sido una cuestión inventada. Al menos en su acepción de "padecimiento", no así de "crecimiento", que siempre ha estado ahí pero no era tan, digamos, quisiquilloso en su función social.

Las ideas contrarias a las que te refieres, ni creo que sean tan contrarias ni creo que te provoquen un exilio virtual; de hecho, me resulta interesante hasta el punto del agradecimiento más genuino que las consideres así en tanto nunca he pretendido que lo que aquí expuesto sea tomado por Verdadero, aunque Cierto lo es desde el humilde enfoque de quien esto escribe. Saber que hay ideas que se disparan a partir de unas cuantas letras me hace crecer. Nos hace crecer a todos, me atrevo a soberbiamente agregar.

La "visión reduccionista" de la felicidad en la que me catalogas está más que justificada. Me parece que es una categoría de análisis demasiado grande como para explayarse en ensayos tan breves. No era mi intención poner en juicio la capacidad de ser feliz de una u otra persona en dependencia del estilo de vida (rural o urbano) por sí mismo. Y ciertamente coincido en la relatividad del enfoque para determinar esas cuestiones. La comparación necesaria a la que aludes. Que para saber que hay quien es 'rico' es necesario que haya quien sea 'pobre'; y los muy ricos generan a los muy pobres, y el problema en la comparación sigue siendo que se asume como válida únicamente la visión occidental, capitalista y urbana sobre la otra mitad (que en este entendido la hace posible).

Considero finalmente, sí, que todo ser humano tiene derecho a una vida digna. No considero sin embargo la necesidad de institucionalizaciones que determinen 'esto es digno, esto no' más allá del sentido común. No hablo de tener derecho a una televisión, drenaje y un sistema de salud pública que sea "mejor" que el sistema de salud que cada grupo tenga para sí como necesario y suficiente. Dignidad de vida en tanto respeto a la forma natural de la vida. Marginados en la Sierra no tienen dignidad de vida por SER de la Sierra; no la tienen porque se han visto MARGINADOS. Y en ese contexto no importa si tienen un extraordinario Centro de Salud igual que en los pueblitos o las ciudades. Importa el hecho de que ahí, y solo ahí, tienen derecho a ser tratados como humanos, cuando en términos generales considero que la dignidad de vida es elemental en tanto iguales.

Y creo que escribí mucho sin decir gran cosa. Seguiré posteando para que sigas respondiendo y, de este modo, retroalimentar las ideas sueltas hasta que un día podamos concluir en concreto lo que siento extraviado entre las lineas. Es mi fenómeno recurrente. Y ansío el día en que suceda, de momento agradezco tu existencia en estos lares!

La Escribana dijo...

De igual forma agradezco la especial atención que pones a mis comentarios, que nos llevan a otras revisiones de conceptos. Me parece que terminan fluyendo más ideas que las expositivas determinadas en el texto, lo que es grato bajo la consideración de que 'todo texto nos conduzca a pensar'. Tal vez en los siguientes textos sólo pongas una frase o sílaba y terminemos haciendo una discusión así de inmensa. Ja ja ja!
Claro que le seguiré con atención y también comento que tengo consciencia de que a veces es necesario hablar de ideas generales para hacer alusión a un punto, porque si comenzamos a desglosar cada concepto terminaríamos en un sinfín de ideas inconexas, por eso a veces es mejor ser un poco deductista en lugar de inductista a partir de puntos genéricos...
Por cierto, no lo catalogaba dentro de una visión reduccionista, o a usted en caso particular por supuesto que no –de lo contrario no seguiría su blog- digo que esa determinación expuesta como argumento podría ser débil si consideramos la relatividad del concepto; pero sólo en la secuencia argumentativa del texto. (No es que en el fondo esté tan clavada en los silogismos de mi carrera, pero sí en los de concordancia general)
Saludos!

Pacocronopio dijo...

Y como fue: la visión reduccionista la entendí como tal y me pareció una perspectiva certera. En el desarrollo de ideas a veces sucede que unas quedan flojas a favor de otras; y pecan de ser incoherentes, irrelevantes, sobreestimadas o (como en el caso) reduccionistas. Para los fines de lo escrito, como señalaste bien.

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