domingo, 30 de mayo de 2010

13. Las Nalgas contra el Xbox

(De "13 divertidísimas incongruencias sociales". Ver prólogo en la etiqueta "incongruencias")

Érase una vez un profesor de una escuela primaria privada (no sé, digamos: yo) que en una clase común y corriente con niños de 3er año comete el error de decir en voz alta la palabra “nalgas”.

Acto segundo: la voz se corre como fuego en línea de pólvora: “¡el profesor dijo “nalgas” en una clase!” -> “¡El profesor dijo que los niños nalguearan a las niñas, y lo hicieron” -> “¡El profesor nalgueó a una niña!”… (oh sí: suena ridículo, pero así fue como sucedieron las cosas, y es verídico)

Tercer acto: una fila de madres de familia, incluso aclarado el meollo del asunto, presentan sufridas quejas con la prestigiosa escuela y su irresponsable profesor de teatro. Les resulta inconcebible que un patán del tamaño de su seguro servidor sea el encargado de educar y formar a sus retoños. ¿Cómo puede un ente tan despreciable estar enfrente de un grupo de niños (que son el futuro del mundo)? ¿Cómo estar tranquilas como madres sabiendo que dejan a sus hijos en manos de un individuo de tan pocos escrúpulos? Es peligroso. El profesor es peligroso: dijo “nalga”, y eso no se hace porque trastorna a los pequeños, los puede traumar, les arruina el dulce y meloso sabor a inocencia de su tierna infancia.

Suficiente sarcasmo. A los hechos de nuevo: sí, dije NALGAS en un salón de 3º. Y sí: no debí haberlo hecho, mucho menos siendo el profesor encargado. No es correcto. Sin embargo, insisto en pensar que la reacción fue exagerada. Y escribo lo que aquí escribo porque lo vi de frente: en verdad las madres de familia se presentaban con preocupación y enfado verdaderos. De verdad creían en la fatalidad del caso de una manera inusitada, de verdad preocupadas y hasta angustiadas, movidas por un infinito amor maternal que nubla la conciencia de las obviedades. Porque es claro que resulta sencillo ver la paja del ojo ajeno, o para que se entienda mejor: es más fácil ver la culpa cuando viene de terceras personas.

Porque lo que este grupo de mamás responsables y preocupadas por la integridad de sus hijos (sano ejercicio) pasan por alto, son cosas que - en mi mismo rol de profesor de su prole - también me ha tocado ver. El hecho, por ejemplo, de que conozcan y practiquen libremente todas las llaves de los luchadores de la WWE, cuyos nombres conocen mejor que los de los estados del país o los de los niños héroes. O esa tristísima anécdota de tantos alumnitos que pasaron sus vacaciones jugando Xbox. Tristísima por dos razones principalmente: porque pasaron sus vacaciones haciendo exactamente lo mismo que hacen cada tarde; y porque la anécdota te la cuentan con una sonrisa gigantesca.

Vamos, no soy del tipo de los que dicen que la televisión y los videojuegos son inventos del miso diablo y lastiman a nuestros niños. Nada más me resulta irónico el hecho: las madres de familia del cuento que estoy contando son capaces de venir encima de mí cual turba enardecida por el tipo de mensajes que hago impactar en las infantes mentes de sus hijos, mientras que en casa el pequeño en cuestión pasa en promedio 3 horas diarias jugando juegos de violencia extrema y contenido explícito. Tal vez ese tipo de juegos no preocupan a mamá porque no dicen la palabra “nalgas” (o la dicen en inglés, y total que a su edad todavía no entienden el inglés) (o mamá no entiende el inglés y no se ha dado cuenta de la palabra prohibida…) pero el niño está siendo impactado por la importante misión de entrar a una casa llena de zombies y descuartizarlos a balazos de escopeta; o encontrar a sus compañeritos en línea en un campo militar y matar a la mayor cantidad de los mismos. O ser un mafioso en San Andreas o Liberty City y robar autos, matar prostitutas, vender droga y lo que sea necesario para ser el rey del barrio y cumplir las misiones.

“Es solo un juego”. Lo sé. Pocos se dan cuenta de lo difícil que resulta, por ejemplo, que los niños construyan una historia de teatro en clase si se les pide que no contenga violencia. La violencia es parte de su cotidiano, adquirida por películas, programas de TV, videojuegos, Internet, guerras contra narcos (y decapitados en las calles incluidos) y un mundo que está ahí y está así de por sí. Mamá debería prestar atención a los mensajes que en su casa se permiten, que bombardean a sus pequeños en su casa, enfrente de ellas. Las cosas que ven y dicen y hacen mientras mamá está chismorreando de importantes cuestiones con la vecina, o mientras se está poniendo de acuerdo con la mamá del amiguito de su hijo para formar un reclamo importante contra el profesor de teatro.

Se llaman Nalgas. Así se les dice, así les decimos. Y no quiero que los niños dejen de jugar lo que juegan y ver lo que ven, no sería yo mismo si sugiriera semejante cosa. Tampoco culpo al Xbox de que haya violadores o “nalgueadores” de 8 años rondando por ahí. Aquí la cuestión es caer en la cuenta que la educación de la gente no se hace toda en la escuela. De hecho, yo diría que en la escuela más corregimos la conducta que los alumnos traen, antes que formarla o imponerla. Y ciertamente es fácil culpar a los docentes de las cosas que no nos gustan. Esto no sería incongruente si no se pasara por alto la responsabilidad que se evade en el cotidiano familiar del alumnejo. Así que por favor, madre de familia: la próxima vez que desee armar un pancho por sentir violada la seguridad emocional de su hijo, piense primero en las cosas a las que éste puede estar siendo expuesto en su propio nido. Y sí: su hijo también dice Nalgas, tal vez más de lo que usted o yo queremos pensar…

3 comentarios:

Lola VC ( Profa. Dolores Velázquez Cortés) dijo...

De Lola.
"La lengua la hacen los hablantes" y a algunos hablantes (llámense madres y padres de los alumnos)se les olvida, o no quieren recordar, o de plano lo ignoran, que los significados de las palabras dependen del contexto en el que se emiten. ¡Pobres!, qué tan alejados del conocimiento están que sus cerebritos no localizan la información para comprender que entre más vocablos usen sus hijos mejor podrán expresarse, adecuando su habla al momento y a lo que pretendan informar. Es muy triste, pero es la realidad. Los padres y madres se preocupan por la forma, de lo "bien" que se le trate a su hijo, no importa si entre ello se le ignora o se le limita (que para mí es peor); y se despreocupan del contenido, aunque éste sea el que llevará a su hijo a elegir entre lo trascendente o lo liviano. Es triste, pero es la realidad del profesor, maestro, docente o como nos quieran nombrar: llevamos a cuestas la educación de la doble moral "lingüística" de nuestros educandos, misma de la cual en ocasiones nos sorprendemos o, en mi experiencia, hasta nos espantamos.
No sé que decir...me faltan palabras para expresar lo molesto de que te pidan evites una palabra que en un contexto específico puede tener formas hasta ridículas: pompis, ¿por lo circular?, o ¿por qué con el paso del tiempo se desvanecen como las burbujas cuando hacen "pom" al explotar?; glúteos, ¿qué es el uso que les da la televisión en las clases de aeróbics o de yoga en los programas misceláneos (por cierto más baratas que ir a un gimnasio, pero ese es otro tema); posaderas...no, ése menos!
No sé... ¿qué sustantivo propusieron?, digo, al reclamar debieron de llevar una lista de vocablos que le permitan al profesor de teatro mejorar su vocabulario soez.
Al final, te sugiero compres una buena dotación de té de tila y de boldo, para que después de los enojos inevitables con la educación de los padres, digo, de sus hijos, logres calmar tus nervios y apapachar a tu hígado...Es inevitable, totalmente inevitable.
Epílogo: recuerdo en una prepa muy prestigiada, por la excelente profa. de literatura que tenían (jiji), la ocasión en la que pedí que compraran la revista "El Chamuco" para que los jóvenes conocieran y entendieran la ironía y la sátira en el lenguaje periodístico. Un día, un padre de familia llegó a reclamarme, frente a la directora, que estaba mal informando a su hija, qué cómo era posible que ella de 17 años viera las "chichis" (perdón pero es el vocablo más adecuado) de "la Tetona Mendoza"...A lo que le respondí: "no se preocupe señor, su hija es tan inconsistente con sus tareas y actividades tanto en clase como en casa, que estoy segura de que ni cuenta se ha dado de ese detalle tan grave". Por supuesto, el señor bajo el tono de su reclamo cuando se percató, pues llamaron a la "niña", de que su retoñito ni siquiera había echo el esfuerzo de hojear la revista.
A todos los que ejercemos el oficio, nos ha pasado. Lo mejor, es que también aprendemos...a volvernos insensibles.

Pablo8a dijo...

jejejeje esa historia no me canso de escucharla :-D ni por ti ni por mi madre que sufre de cuestiones similares día con día... a lo que me quedo me pareció excelente una respuesta que le dio a una madre de familia que llego a reclamarle por la conducta de su hijo es casa... "señora yo lo he tenido aquí dos meses, usted lo ha educado por 7 años... no espere que esto se resuelva de la noche a la mañana y mucho menos si no deja de hacerle las tareas"... interesantisimo por igual el comentario de dolores... que poca madre pero en este mundo mediocre importa más las formas que los fondos, por eso nos encanta el pop.

Pacocronopio dijo...

Jejeje ciertamente. Aquí la cosa es que el té de tila no me hace falta porque evidentemente uno aprende a no enojarse por cosas como esas. Más bien la preocupación de darse cuenta que es frecuente y, además, es familiar y hereditario... agobiante, porque al fin y al cabo solo significa que tenemos (como educadores) más chamba de la que deberíamos: remar a contracorriente.

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