domingo, 6 de junio de 2010

12. Todos Somos Michael Jackson


Carencia de memoria histórica”. Con este diagnóstico se condena al cotidiano de este país de genios y bufones. No es un secreto para nadie y, lo peligroso, es que de a poco esta noción de “memoria histórica” se acerca peligrosamente a un concepto que se pone más y más de moda entre los habitantes de por-acá, amenazando con reducir el riesgo de su implicación social para ser usado indiscriminadamente por las mayorías (esas, esas precisamente, que son las que forman parte del meollo de la carencia misma).

De la mano del cáncer viene el tío Mainstream Media: ese tentáculo horripilante que hace, dice y calla los contenidos a los que nosotros, ciudadanos medianamente responsables y tal, tenemos o no acceso. Una enorme jeringa de “ablandapendejos” que provoca la amnesia histórica de a poquito, y que además no se cansa de hacerlo; y que además puede presumirlo. Y por incongruente que parezca o sea, a pesar de saberlo, lo toleramos. Y a pesar de tener que tolerarlo ¡pareciera que lo pedimos a gritos!

Y para no atorarnos bocados demasiado grandes, desmenucemos platillos pequeñitos para ver de qué manera funciona: funciona lo que vende, se vende lo que la gente compra y lo que no compra porque no funciona, se vende de todos modos. Todo es cosa de impactar a suficiente gente con suficientes repeticiones de mensajes determinados durante suficiente tiempo y ¡Voilá! De pronto todos somos Michael Jackson.

¿Michael Quién? Jackson, ese Peter Pan negrito que a costa de irse al diablo se quiso volver blanco; y que además bailaba que daba gusto y hacía espectáculos monumentales. Un tipazo, Michael Jackson. Pero de pronto, como suele suceder, la farándula se hace más grande (y más pálida) que el artista y ¿cómo decirlo?... Pues todo por servir se acaba. La era de Jackson pasó, la música y el mundo decidieron seguir girando y al buen Michael no le quedó más que seguir existiendo en los tabloides a partir de los esporádicos escándalos que pudieran ocurrir de vez en vez (a ratos por la Vida misma, y a ratos por el excelente equipo de publicistas que este tipo de artistas llegan a conseguir). Y se vuelve uno carroña, verdad de Dios.

Se pronunció la palabra “pederasta”. Y cual buitres, los tentáculos del Mainstream devoraron hasta hartarse. Y se provocaron el vómito y siguieron tragando hasta hartarse de nuevo. Todos los medios especularon, se hicieron entrevistas, reportajes: Michael Jackson era la peor escoria que el espectáculo podía heredar a la inocente sociedad civil. Y Jackson se volvió otro emblema más del diablo. (Cuando se quiso redimir, tuvo a bien enseñar a su bebé a la prensa… desde un balcón. Y va de nuevo…)


Punto y seguido. De entonces a hace escaso tiempo, lo que quedaba de Michael era la buena música que dejó y el estigma del desnarigado pederasta en parodias televisivas y cinematográficas. Años y años de ser parodia y tabú. Y de pronto, por su propio bien ¡se muere! Y los medios, los mismos (los mismos pero los mismitos) que años antes habían devorado las entrañas del escándalo, ahora lo elevaban al nirvana. “¿Pederasta? ¡¿Cómo creen?! ¡Si era un santo! Sí le gustaban los niños, pero no en el mal sentido…”

Y de pronto, meses enteros no se puede hablar de otra cosa que del sensible fallecimiento de este héroe moderno: reportajes, entrevistas, especiales… incluso (¡hay que ver!) una película romperecords en los cines del mundo entero. Jackson volvió a ser lo que era, pero inmaculado y exonerado de toda mancha original por los mismos que, años antes, no cesaban de ensuciarlo. Sus videos en Youtube alcanzan más de 4 millones de visitas en tan solo 3 días desde su muerte. Los niños de México, que tal vez nunca habían sabido nada de él por las distancias generacionales, de pronto están cantando Beat It y coleccionando los 4 álbumes conmemorativos (álbumes de estampitas, no nada más producciones discográficas) a la muerte del “rey”.

¿Y qué tiene que ver Jackson con México? ¿Por qué nuestros jovencitos lamentan con tanto fervor y devoción a un fulano que no pasa de ser un talentoso artista (eso es indiscutible), aunque no tenga nada que ver con su contexto? Todos somos Michael Jackson. Y no es un atentado contra “el rey”, sino contra los jóvenes que hacen parte de los medios. No contra los medios, sino contra quienes los validan. Porque funciona. ¿Por qué funciona?

Gloria Trevi está trabajando en Televisa, la empresa que no se cansaba de despedazarla en el clan Trevi-Andrade. Sus revistas de chismes y sus programas le dedicaron joyitas de mierda cuando era necesario sobajarla; y lo hicieron hasta los límites del absurdo. Por ahí se decía que tenía vínculos narcosatánicos (¡madre de Dios!) y enterraba fetos y hacía abortar a sus inocentes jovencitas victimadas en honor a la fama. Y de eso ya no nos acordamos (muchos jovencillos ni siquiera se enteraron) porque ahora los mismos medios la ponen en el radio y los otrora detractores corean en los antros las melodías de Santa Gloria Trevi. Paco Stanley y su patiño, Colosio, Britney Spears, Mario Marín, personajes varios... ¿por dónde habría de seguirle?

La memoria de este país es como de plastilina, así de moldeable. Actualmente, todos somos Javier Aguirre (algunos son Moreno Valle o López Zavala) y vamos tratando de ser un México orgulloso de su bicentenario bajo el eco imperturbable de un himno nacional que a mí me sigue sonando a Thriller… no sé bien por qué.

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