lunes, 5 de octubre de 2009

Tú eres un accidente...

Te cuesta trabajo aceptar que no fuiste planeado. Es tácitamente importante sentirse planeado, sentirse esperado, creer que tu llegada al mundo y la aportación que vienes a hacer aquí –sea cual sea- no es resultado de la casualidad, sino que tiene algún sentido.

Cambia de idea: eres un accidente. Como todos…

Cuidar el autoestima está muy de moda, y no lo estaría si no jodiéramos tanto el autoestima en principio. Y para cuidar el autoestima es importante sabernos únicos, especiales, significativos para alguien más (primero) y para nosotros mismos (después).

La idea de partida es que “el milagro de la vida” en general es un patético accidente. Míralo así: la densidad de espermatozoides en el semen varía de 50 a 150 millones por mililitro. Uno tira entre 1.5 y 5 ml. En promedio (aunque en algunas circunstancias se puede llegar a 15 ml.) En una eyaculación “viajan” entre 200 y 400 millones de espermas. Un óvulo chido aguanta 48 horas de vida útil. Mínimo 20 millones de espermas sobreviven esperanzados al camino para intentar fecundar a un óvulo que, además, resulta ser quisquilloso. A veces, alguno lo logra. ¡¡Y por eso estás aquí!!

Sal a la calle, sube a un edificio alto a la hora pico (o al metro en el df, no sé) y observa a la gente pasar. Suma la gente que va a pie con la que va en auto o camión. Mira: cada una pudo ser un esperma en búsqueda de un solo óvulo. ¡Toda la ciudad en una eyaculación! Y entre tanto esperma, uno se convirtió en ti. ¿Más o menos te figuras la magnitud? Si cualquier otro esperma que no fuera el que te formó hubiera ganado la carrera, tú no serías tú: serías otro. El accidente se dio entre espermas, no antes de expulsarlos.

Sirva la analogía para hablar de lo que venimos a hablar. Los accidentes son una verdadera maravilla. Por accidente estás aquí, morirás accidentalmente. Accidentalmente fuiste educado en equis lugar y no en ye. Es un accidente que estés en México y no en Argentina o Cuba o Viceversa. Las cosas que haces, las cosas que te hacen, accidentan a alguien en algún otro lugar. Le llamamos “la otredad”. Y la otredad es un accidente también. El accidente del que quieren que te avergüences porque, en principio, puede dañar la autoestima del sistema: la vanidad del consumo, la complacencia de la vida complicada. Los accidentes somos hermosos y horribles. Somos milagros. ¡Salud por eso!

Termino con un relato favorito (uno de tantos). La “historia verídica” de Julio Cortázar (mi favorito). ¡Desde mi blog, se entiende bellísimo!


A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.

Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.


FIN

1 comentarios:

Anónimo dijo...

somos todo, no somos nada, somos un punto en vez de una coma, somos olvido, reticencia, otredad, deidad, brindo con vos

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